Nuestros hijos nos han prestado el mundo. Cuando viajemos por él sería interesante reflexionar sobre ello y reflexionar de lo que nos puede aportar el viaje.

Se acerca el verano, las vacaciones, y empezamos a hacer planes de viaje. Hoy en día todo el mundo viaja mucho… por trabajo, por turismo, por deporte, o por diversos motivos. ¿Pero para que sirve viajar?

Estoy enamorado de La Tierra, cada vez la quiero más, y cada vez estoy más ansioso por profundizar en sus secretos, su belleza y, también, en sus debilidades, para poderle aportar alguna cosa para que sus puntos fuertes se valoren y se conserven, y sus debilidades no se agraven y, a poder ser, se solucionen.

Viajar es una forma de acercarse y conocer la Tierra. Y aunque hay muchas formas de viajar, seguramente todas válidas, no son igual de valiosas. Me gusta decir a menudo que yo no quiero «Ver el mundo», sino que deseo «Vivir el mundo».

Aunque está bien poder ver cosas interesantes, la parte más intensa de un viaje es aquello que vivimos mientras lo realizamos, la experiencia auténtica que nos aporta, lo que nos pasa mientras descubrimos estos nuevos horizontes desconocidos para nosotros.

El viaje debería ser en gran medida, una catarsis que nos haga salir de nuestro mundo habitual y nos conecte con otras realidades, con las que deberíamos interactuar de una forma muy abierta de mente y muy respetuosa; dejando en casa prejuicios y maneras de entender la realidad a partir de nuestras culturas de origen. Cuanto más consigamos apartarnos del rol de mero observador, y nos aproximemos al perfil de alguien que se integra y participa en el lugar o la sociedad de destino, más sentido adquirirá nuestro viaje, más nos impactará y más habremos aprendido. Si después de un viaje todo continúa igual en nuestro ser, es que nos hemos perdido una parte importante del mismo.

Esta es a grandes rasgos, mi filosofía a la hora de dar vueltas por el globo. Y con esta actitud de buscar la experiencia y el aprendizaje, me he ido moviendo por él.

En mi caso, algunos viajes me han hecho evolucionar de una manera casi radical en mi manera de ver la vida y mi interacción con el planeta y la sociedad en general. Ya os he contado muchas veces mi toma de conciencia durante el proyecto de las «7 Cumbres». Entendí que llevaba toda la vida viviendo alrededor de la naturaleza (haciendo diversas actividades deportivas de forma intensa), de que amaba la naturaleza, y de que esta me aportaba mucha felicidad; pero en realidad yo nunca había hecho nada por ella.

Fue como una shock, pues por primera vez miré profundamente más allá de mis objetivos personales, de mis retos deportivos, de mis sueños aventureros, y me di cuenta de que el patrimonio natural no sólo estaba allí para ser disfrutado o ser observado, sino que era un activo a proteger.

Poco después, crucé integralmente la Antártida y allí esa conciencia se convirtió en compromiso firme y, en un intenso dialogo interior, estando en íntima conexión con uno de los lugares más puros de la Tierra, me prometí a mi mismo que todas las aventuras que realizara en el futuro, tendrían una conexión directa con valores, actitudes y acciones de sostenibilidad medioambiental.

De ahí nació el proyecto Dakar 100% eléctrico con el que hicimos historia este año. Toda mi experiencia en el mundo del motor puesta al servicio de mi compromiso con el futuro. Y demostramos que era posible participar en la prueba más dura del mundo del motor, sin usar ni un solo litro de gasolina en el coche.

A menudo nuestra visión egoísta y cortoplacista, nos ha hecho olvidar que el planeta es nuestro principal activo, y que si lo usamos, debemos ser conscientes de que es finito y muy débil, y que nuestra capacidad de impacto es cada vez mayor. Por ello, todos los que viajamos de una manera respetuosa y abierta por el mundo, deberíamos actuar como testigos de lo que está pasando, y poner en valor todo lo positivo, denunciando lo negativo; y sobre todo actuar como los ojos de mucha gente que no viaja (o lo hace de parque temático en parque temático, contemplando sólo la capa más superficial), para que todos vayamos empujando hacia una actitud más responsable de gestionar este patrimonio común.

Cada vez que vayamos a un lugar especial, hagámonos las siguientes preguntas: ¿Cómo me gustaría que estuviese este lugar dentro de «X» años?; y luego ¿Qué puedo hacer yo, y que podemos hacer los humanos en general, para que eso ocurra?, y por último ¿Qué paso (grande o pequeño) estoy dispuesto a dar para avanzar hacia ese deseo/propósito?

Debemos convertirnos en pequeños agentes de cambio y aportar nuestro granito de arena para que el futuro de nuestro planeta, que es lo mismo que decir el futuro de nuestra civilización, se canalice de una manera más sostenible y respetuosa.

Feliz dia de la Tierra!!!! Disfrutadla y cuidadla.

Albert Bosch

Albert Bosch

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