Podría hablarte del tiempo. Oh, sí. El tiempo. Esa fuerza tan presente entre las conversaciones de la gente y tan destructora de relaciones a veces… Nunca se sabe qué nos deparará. Según la meteoróloga de este canal, se avecinan ráfagas de viento y alguna que otra tormenta de verano a partir de las cinco de la tarde. Y los planes que hemos hecho, los tenemos que aplazar para el día siguiente. Porque sí, porque nos fiamos de la chica del tiempo. Sin embargo y para nuestra sorpresa, resulta que de repente ha dejado de llover e irradia un sol espléndido. Pero claro, nuestro compañero/a de juegos ya se ha aposentado en el sillón de su casa y a ver quién es el listillo que lo levanta de su sitio. Y todo por fiarnos de la previsión.

Pues con la gente, pasa lo mismo o algo muy similar. Al final, las personas con las que llevábamos tiempo compartiendo momentos y con las que íbamos construyendo un futuro lleno de ilusión y optimismo, se van alejando lentamente. Como lo hace la lluvia, después de su orgullo al dejar mojadas nuestras calles. La calles donde paseábamos. En compañía de alguien, o de nosotros mismos. Porque a veces, uno se siente mejor solo que acompañado, o eso dicen. Las calles que han sido testigo de todos y cada uno de nuestros movimientos. Allí donde las piedras han sido las culpables de que tropecemos. Una, dos, tres, cuatro veces si hace falta. Algunos nos ayudaban a levantarnos y les llamábamos amigos. Mientras, odiábamos a otros que se reían al vernos tirados por el suelo. Y tras un tiempo, y aprender la bonita lección de no tropezar más con la misma piedra, nos reímos de los demás. Qué ironía de la vida, ¿eh?

Y si utilizamos mínimamente nuestro cerebro, nos daremos cuenta que el causante de nuestras caídas, nuestros logros, alegrías y bajones, tal vez sea el tiempo y todos sus derivados. Porque cuando estamos alegres nos asemejamos al sol. Nos sentimos llenos de energía e incluso iluminamos a los demás con nuestra dulce sonrisa. En otras ocasiones, lo único que queremos es pronunciarnos en contra de la vida, como lo hacen el viento o la lluvia. Por eso, aunque en tu interior sientas la rabia de los truenos o el calor del sol, nunca te vuelvas completamente frío como la nieve. Porque con el tiempo, podrías perder la compañía de alguna gran estrella.

Laura Carrasco

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