Es inevitable que si pensamos en la frase “correr el riesgo”, esto nos remita a algo que asusta, inclinándonos más a que el riesgo acabe en fracasar que en triunfar. Somos fieles a términos impuestos sin saber que más allá de lo constitucional, tenemos una vida cual hoja en blanco esperando la llenemos de nuestras propias leyes y normas, al fin y al cabo nadie nos pide permiso para vivir, así que no les debemos el gesto.
Cambiaría el término por “aprovechar la oportunidad”. La famosa zona de confort que nos enseñan los terapeutas emocionales de hoy en día, es tan cierta y tan cotidiana que muchos de nosotros –yo incluida-, podemos estar inmersos en ella sin saberlo. Y a veces necesitamos una bofetada del destino, la suerte, Dios, el universo -o a quien cada uno atribuya su fortuna- para reconducirnos, un cubo de agua helada que nos haga reaccionar. Al fin y al cabo “corriendo riesgos” (aprovechando oportunidades), es cuando alimentamos nuestra alma y la vida nos recuerda que mora en nosotros como una fuente inagotable.
Tiempos como el actual, donde la crisis económica amenaza y acobarda, nos hace avanzar con miedo, o quedarnos justo donde estamos por ser un lugar –aunque inquietante- seguro, es cuando más a prueba nos ponemos. Claro que necesitamos dinero para vivir, para proyectarnos y sentirnos mejor, y ya no se valora la idea de materialista como un defecto si se piensa en ello, sino la de superviviente por algo más que evidente. Podrá importarnos más o menos nuestra cuenta bancaria, pero desde luego hacienda, el banco y demás instituciones, no valoran nuestra calidad humana o situación a la hora de enviarnos una factura.
Yo emprendí, aposté, no solo en lo económico sino en lo personal (tiempo, ilusión, energía), y el resultado no fue el esperado, pero sin embargo en todos esos meses aprendí cosas que no hubiera aprendido si no lo hubiera hecho: me fortalecí y crecí como persona, perdí miedos y todo eso no hay quien me lo quite! No es fácil procesarlo, adaptarse, y sobre todo abrir los ojos y darse cuenta que a veces uno se empeña en rescatar lo irrescatable y deja de lado lo que verdaderamente le motiva.
Así que, como alguien que pasó por ello, y hoy se está reconstruyendo, con tiempo, ilusión y unas energías renovadas, los animo a arriesgarse, aprovechar la oportunidad y no temerle a lo incierto, y cuando crean que el mundo os está por comer vivos: ser vosotros quienes saquen sus propios cubiertos.
Romina Ramil